Por Andrés Hofmann

Desde la aparición de esta revista, en noviembre de 2001, hemos insistido, edición tras edición, en dos ideas fundamentales: la modernización de la administración pública y la necesidad de que los gobiernos sirvan a la ciudadanía y no se sirvan de ella. Política Digital ha documentado más de 500 casos que dan cuenta de pequeñas y grandes iniciativas que apuntan en esa dirección.
"¿Qué tanto más hay que decir de la modernización del Estado si al parecer ya se ha dicho todo?", me comentaba Esteban Ortiz, el CIO de Nuevo León. Habría que agregar que respecto a gobiernos centrados en la ciudadanía pasa lo mismo: casi todo está dicho, hay demasiada repetición, o en el mejor de los casos, variaciones sobre el mismo y trillado tema.
Llevamos más de 10 años con la misma cantaleta. Es hora de que nos preguntemos qué sigue. Pero antes de responder a esa pregunta es necesario constatar dos asuntos: uno es que los encargados de atender las TIC gubernamentales cambian cada tres años -o menos- en los municipios, y cada seis años -o menos- en los estados y en la federación. Y que muchos de los que llegan saben, típicamente, de fierros, pero tienen poca idea de lo que es un gobierno centrado en la gente o modernización del Estado. Para ellos habría que pulsar rewind y luegoplay, a fin de que recorran el conocimiento acumulado en México para que no inventen el hilo negro, como ocurre con demasiada frecuencia: todos haciendo lo mismo, una y otra vez.
El otro asunto es muy fácil de constatar y patético por sus consecuencias: los gobiernos no se han modernizado y no están centrados en la ciudadanía. Ésa es, al menos, la apreciación de un servidor.
Nos encontramos entonces ante una situación paradójica: llevamos más de 10 años hablando, escuchando y leyendo sobre modernización del Estado y gobiernos cercanos a la gente, pero el Estado que nos rige no se ha modernizado y quienes nos gobiernan siguen lejos de la sociedad.
Lo que sigue
Ahora sí, volvamos a la pregunta: ¿Qué es lo que sigue? Dejo a los lectores adelantar respuestas. La mía, que no es más que una entre tantas, tiene que ver con la cultura de la transparencia de los servidores públicos, y el acceso de la ciudadanía a la información que está en manos de los gobiernos.
La transparencia gubernamental no puede seguir sostenida en el estira y afloja que se da entre la gente que solicita información, y los gobiernos que medio que entregan. Lo que sigue, entonces, es que los gobiernos den a conocer la información pública que tienen guardada bajo cuatro paredes, sin que nadie se las solicite, y que las publiquen en formatos que le permitan a la ciudadanía reutilizar dicha información para los fines que estime conveniente, incluso comerciales.
Ésa es la condición que permitirá la participación y la colaboración ciudadanas; constructiva y proactiva, que ayudará a los gobiernos a gobernar mejor. Pero para que eso ocurra, se requiere de una sociedad bien informada de los asuntos gubernamentales, de lo que pasa allí adentro, de cómo utilizan los recursos (que son de todos), de cómo sustentan sus decisiones de política pública y de cómo las ejecutan.
Ésa es la medida de un cuerpo de servidores públicos que buscan a los ciudadanos para que aporten su experiencia y conocimiento en la gestión pública; para que ayuden a gobernar.
De esta modernización, o de este tipo de gobiernos centrados en la gente, apenas se empieza a hablar, a leer, a conversar. Esto es lo nuevo, y su promesa, inconmensurable.
Tomado de POLÍTICA DIGITAL, EDICIÓN 70.
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